viernes, 21 de noviembre de 2008

Blancos fáciles

Y es un huracán irreal el que hace mover las sombras, desaparecer sigilosas tras cuerpos móviles y blancos fáciles.

domingo, 26 de octubre de 2008

Mil lágrimas encerradas

Con las manos atadas,
resuenan miradas presas,
escondidas, que observan
otros ojos, otras verbas.
Palabras aprisionadas,
que en lengua desconocida,
juran nunca haber existido.


Hierro que habla y amenaza,
gritos que silencian voces,
voces que apagan miradas,
pupilas que apaciguan llanto,
miradas que matan
y,
mil lágrimas encerradas.

martes, 13 de mayo de 2008

Nos despidió la lluvia en la estación

Nos despidió la lluvia en la estación.
Tu, bajo el techo desecho de nubes estampadas de las paredes gastadas de tanta humedad saludabas con lágrimas al viejo tren que te mostraba un nuevo horizonte y destino. Con un pañuelito blanco de película de los años sesenta agitabas la mano con ademanes cansados, y me decías adiós llorando, juraría que eran lágrimas fingidas, o simplemente no quise verlas como verdaderas, dolería, dolería demasiado.
No volverías pero yo juraba que sí, claro que, no lo hiciste, nunca lo harás.

martes, 15 de abril de 2008

Canso

Cansos estaban xa meus pes de camiñar sobe terras movedizas, sobre asfalto mollado, colinas e pedregais. Canso estaba xa todo o meu corpo, de moverse de aquí para alá, coma quen move un títere, con fíos delicados e transparentes, pero fortes e escuros pra min. Canso de verse noutros corpos, con movementos alleos sen gracia, canso, sobre todo de seguir sombras e pantasmas, figuras que se alonxaban para non voltar. Canso de moverse sen chegar a ningunha parte, ou de chegar, ver, escudriñar a escuridade, descubrir que non queda xa nada do que nalgún tempo houbo, e ter que voltar sobre seus pasos.
Cansos estaban meus ollos de buscar entre a espesura algo novo e descoñecido, encontrar algo distinto ó que seguir, deixando atras todo aquel exército de sombras atrapadas ós meus pés con aceiro forxado en lume e sudor. Cansos de seguir coa mirada atenta os mesmos pasos dados, as pegadas que por diante deles avanzaban cara ningún lugar. Cansa a miña cabeza de erguerse fronte a eles, de erguerse cara o ceo asoballado de escuras nubes negras, que semellaban formas tremebundas, mentres que meus pés asolaban todo un manantial de sorisos pasados, e o ceo deixaba de novo todo aquel sentimento de pesada culpabilidade. Canso o corpo do peso daquela saudade as costas e de ficar ergueito e quedo.

domingo, 6 de abril de 2008

El viajero

Discutían sobre política, como cada viernes noche. Domingo San Martín servía de nuevo, con la parsimonia propia de quien no tiene nada más importante que hacer, un vaso de vino con gaseosa al viejo Sandro, que hablaba sin parar, evitando los signos de puntuación, haciendo solo las pausas ya establecidas para respirar. Hablaba con el vaso en la mano a modo de cetro, imponiendo poder y miedo…ese poder que solo aporta la edad y el apoyo popular. Todos en la mesa escuchaban en silencio, muy interesados en aprender algo de aquel anciano o, como algunos, simplemente fingiendo interés…

Aquella noche la taberna “El viajero” estaba vacía, solo quedaban los grupos habituales de cada viernes, Sandro Morente y sus seguidores, San Martín que, sentado a la mesa, semejaba estar muy, muy lejos de aquel lugar y la familia Montero, que como cada noche cenaba el menú del día, con agua, y zumo de manzana para los pequeños.
Pedro Montero perseguía a su hijo menor entre las mesas del restaurante, intentando hacer que cenara, aunque fuese por una sola noche, sentado en la mesa, como un adulto. Una odisea que cada noche se hacía mas dura, hasta alargarse a altas horas de la noche.
San Martín miraba despistado al pequeño, aquel hijo que siempre quiso tener, envidiaba a aquella familia, como un sueño que se deshizo en pedazos hacía ya mucho tiempo, pero por encima de todo envidiaba a aquel hombre, ahí, sentado en su mesa de siempre, con sus hijos correteando entre las mesas, comiendo, silencioso abrazando con el brazo la espalda de aquella preciosa mujer, acariciaba sus caderas mientras miraba a Domingo y le saludaba con una sonrisa y la mano levantada.

miércoles, 2 de abril de 2008

Yo era inocente.

…me puso un café encima de la mesa, no se si estaba intentando sobornarme, si quería sacarme algo más de información, o solamente quería que esperase allí sentada, saber que estaría allí.

Salió de la sala y me dejó sola, me cegaba la luz de aquel impertinente foco. No pude hacer más que bajar la vista a la mesa. El café estaba demasiado caliente, por no decir intragable. Nunca me ha gustado el café de máquina, supongo que fue por aquella vez, era un martes por la tarde en invierno, hacía mucho frío. Salía de clase con un café y terminé por derramarlo todo sobre mi mano hasta quemarme. No, nunca me gustó el café de máquina (…)
Y yo seguía esperando, definitivamente él quería que me quedase allí, a pesar de que había dejado la puerta abierta. No sabía lo que se suponía que debía hacer, no me habían dado instrucciones, por no decir que aquel desagradable no me había dado ni los buenos días. No sé si esperaba que dijese algo, puede que me estuviese observando por uno de esos cristales falsos, de los que solo se ve por un lado, pero había dejado la puerta abierta, ya habían terminado conmigo y el café estaba todavía caliente. Salí, salí de la sala, dejé el café en la mesa en el momento en el que me entró la duda acerca de si era para mí…no lo había pensado antes, así que por si acaso lo dejé en la mesa en la misma posición en la que lo había encontrado.
Salí y dejé la puerta abierta tal y como estaba, todo en su sitio. Siempre fui una maniática del orden, el cosmos, no se puede alterar el orden de los elementos de la estancia, ni el orden de los hechos, así que salí retrocediendo sobre los mismos pasos sobre los que había entrado, como si rebobinase una cinta VHS hacia atrás.
Abandoné la sala, y quizás esa fue la peor de las decisiones que pude tomar en mi vida. Caminé por el corredor principal, los administrativos seguían enfrascados en sus máquinas de escribir, algunos tomaban café y tenían conversaciones intranscendentes.
Del portalón de salida di a parar a la calle, sin más. Escuché un grito llamándome, me di la vuelta y se oyó un disparo. No recuerdo más de aquel interrogatorio. Yo era inocente…

martes, 1 de abril de 2008

Inoportunamente.

Yo no lo busqué ni lo quise -debería decir yo ahora que se que ella ha muerto- y que murió inoportunamente en mis brazos sin conocerme apenas - inmerecidamente no me tocaba estar a su lado...


-Javier Marías -